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La profunda superficialidad de la superficie (Artículo).
 
 
 
 
 

 

 

 

 

Autor: Gerardo del Río Olivera 

Para Revista Cultural Aire.​ Año 2014

 

"Ni trascendencia ni profundidad, sino superficie inmanente del desarrollo de las operaciones, superficie lisa y operativa de la comunicación. A imagen y semejanza de la televisión, el mejor objeto prototípico de esta nueva era, todo el universo que nos rodea e incluso nuestro propio cuerpo se convierte en pantalla de control."

Jean Baudrillard, El éxtasis de la comunicación.

 

Lo sé, el titulo de este artículo suena fatal y redundante, pero no lo es tanto así ¡Lo aseguro! Aunque puedo excusarme con que la mayoría de la frase le pertenece a Andy Warhol. Se la robe. Al fin y al cabo ¿A quién le importa? ¿Qué no en eso consiste el arte contemporáneo? ¿Si Sr. Brainwach le robo su “mítica” lata de Cambells convirtiéndola en una lata de aerosol, vendiendo el refrito a miles de dólares, por qué yo no? ¿Por qué no cualquiera?

El sin sentido en el arte tal vez sólo refleje la decadencia de una era perdida en la hondura de su insípida transparencia, la chocante verdad global de un sueño americano a sabiendas desde hace tiempo irrealizable o quizá simplemente la reproducción en masa, sin crítica efectiva y siempre determinada por el lenguaje del marketing televisivo, de la levedad del sistema político, social y económico en el cual estamos inmersos.

Siguiendo como dogma el precepto eminentemente capitalista y mercadológico del padre del arte pop pululan bastantes “artistas” sin talento reduciendo lo escueto,  imitando lo obvio, reinventando lo absurdo y  glorificando lo banal pues al parecer eso es lo “democráticamente” correcto en esta era del ciberespacio.

Vemos sus obras por todas partes del mundo en prestigiosas galerías exponiendo vacas multicolores, paletas gigantes de acrílico, anuncio publicitarios de empresas transnacionales fuera de contexto, muñecos de cera de personas no famosas medio freekies y suvenires levemente alterados que cambiaron los estantes del supermercado por los espacio de arte VIP.

Al principio (en el arte conceptual) se postuló que la idea era más importante que el objeto, pero luego hoy en día ya no sólo es más importante que el objeto sino que la técnica, la formación artística o acaso que el equipo de artistas verdaderos con dificultades económicas o estudiantes de arte en formación cumpliendo sus horas de prácticas profesionales trabajando en el  performance del reconocido “artista” que los contrate. Al final aquel sujeto, claramente fútil y oportunista, llegará a firmar la obra y se llevará todo el crédito. En pocas palabras: el capitalismo manifestado en el arte o el arte al servicio del capitalismo, como nos parezca mejor.

Pero este no pretende ser un discurso “revolucionario” inspirado en postulados marxistas, sólo intenta plantear a modo de una sencilla reflexión lo que está pasando en el arte últimamente. Durante toda la edad media el arte casi en su totalidad estuvo al servicio de la religión, en la edad moderna al servicio del Estado absolutista y el incipiente humanismo científico, bajo esta misma lógica el arte está al servicio del poder en turno, es decir; los símbolos y medios tecnocráticos y las empresas transnacionales. Incluso el arte más obstinado en protestar por estos hechos se ve pavorosamente envuelto en las tendencias superficializantes de la época. Tal es el caso del arte urbano que terminó envileciéndose a tal punto que el sistema logró meterlo dentro de galerías poniendo en venta sus quejas sociales a la élite compacta que tanto criticó. 

Al sistema económico mundial nada se le escapa. El post-modernismo no ha hecho más que reflejar al pie de la letra lo que a los tecnócratas quieren promover. Eminentemente auto-referencial, el arte post-moderno se ha olvidado por completo del  otro, reflejando  el desencanto y el fin de las utopías, exaltando el individualismo prácticamente como un valor y globalizando todo a su paso. Sin embargo aún queda en él algo o mucho del vanguardismo, la revolución industrial y las lógicas modernas principalmente por preponderar la razón del arte como producción en serie para las masas acostumbradas a la dosis de control social de los poderes facticos a través de la industria del entretenimiento. De este modo podríamos agregar lo que comenta Julio Pastén Ángel en su artículo: Neoliberalismo y arte: una combinación perversa:

“Se observa también una tendencia hacia la primación del concepto de industrias culturales como paradigma del desarrollo cultural o de los denominados bienes culturales, ante los cuales, se construye socialmente la figura del consumidor de cultura.”

El siglo pasado la televisión nos enseño que el arte puede estar al servicio de la industria del entretenimiento. Hoy el internet nos enseña una nueva lección: que el arte tiene su propio nicho de mercado, siendo un gran negocio sí es que se eleva al consumidor promedio a un statu quo de “hombre culto” aunque la realidad diste de eso.

En pocas palabras: hacer del arte “no comercial” una moda comercial.                                   

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