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Nagualamoxtli: El libro oculto de los naguales (Fragmento).
 
 
 
 
 

 

 

 

 

Autor: Ilhuilcamina Iztacuauhtzin (Seigunabi) 

En proceso de creación.​

 

Despertaos señores en guardia, despertaos al escuchar el canto del ave tzinitzcan. Los sabios ataviados con flores de antaño se agolpan para presenciar su divina imagen, su divina semejanza, dando inicio a la antigua palabra. Pintado sobre amate del árbol paraíso se encuentra el nuevo relato de nuestros orígenes, retumba el semblante del señor del trueno sobre las viejas parroquias, crepitan sus tejados y sus cimientos se estremecen delante de las ruinas de abajo, delante de los golpes de abajo, que surgen con estrepito para anunciar la gloria del templo de la eternidad, petate de serpientes, techo de jade celeste, hogar sin paredes, retoño de la flor del maíz, tierra de todas las semillas, crisol de la raza humana, piedra central del pensamiento natural del hijo del ser humano verdadero.

La luz de los teteo  trasluce desde el interior de los crucifijos, de la Virgen y los Santos. Su tea nunca descansó en la humedad del olvido, su transmisión no cesa en la expresión cultural de la costumbre antigua. No hay muerte en la casa del aliento silencioso, no hay imposición perdurable sobre la expresión viva del primer rayo, noble señor, santo niño hermosísimo, ofrenda de flores en plato de águila, enredadera de espinas en vasija de culebra, dignidad que se yergue por la expiación de los sabios y profetas. Los buscadores errantes habrán de encontrar su hogar en la palabra del hijo del ser humano verdadero, los falsos dioses de la guerra, expuestos en su vanidad y su ira, serán expulsados de la casa del señor blanco. Limpio el pensamiento, se librará la primera batalla del guerrero pacifico, la batalla de la estrella diurna y el jaguar, la batalla del bisonte y el hombre-caballo: la antigua guerra entre la sabiduría y los vicios humanos. Llegó a su término la liviandad de los entendidos. Aquí en la tierra se apaga la ceniza de los falsos reyes, de los falsos guías espirituales, de los falsos ilustrados, ya no tendrán más voz para las flores; sus soldados y sus cautivos despertarán en cadenas pero sobreviviendo. Los infames están desnudos; aunque es de jade su vestido, de miel su cara, de plumas su calzado, de flores su cabeza, de rocío su caminar, se acaba su tiempo, su brevedad es sólo el reflejo de lo que hay en su interior; un vacio plagado de discordias que ha expuesto la verdad de su frívola justicia, la cobardía de su fe, de su ciencia, de sus fieles.

Ellos mismos lo saben, por eso nos tienen miedo. Temen a los que bajan del cerro danzando como serpientes, temen a los desposeídos del linaje espiritual del Sol y de la Tierra, temen a los que pisan como niebla, temen a los que andan con sigilo sobre el hálito taciturno del cenzontle que está a punto de cantar. Se les acaba el tiempo, en sus bibliotecas llenas de libros ya no hay conocimiento. Muy perdidos están para ellos el cielo y la tierra. Muy pérdida está la vergüenza. Se han degollado a sí mismos los soberados y los reyes de esta Tierra. El hijo del ser humano verdadero ha despertado como el abejorro del inframundo, como la avispa de tula, ha transmutado el alma humana al sueño florido. El sueño que trajeron los señores de la gran noche oscura; sueño artificial y efímero, se resquebraja por el calor de sus propias miserias.

Es tiempo de la palabra florida. La verdad sobre nuestro pensamiento originario se adelanta a la voz, como la luz al trueno. Llego la hora del entendimiento, llego la hora del divino resurgir. El señor del trueno sentado sobre su equipal de oro nos mira a los ojos con firmeza pacifista, las aves más grandes y más bellas de la tierra vuelan bajo su reino, los felinos más feroces descansan a sus pies. Su voz es la voz de los tlatoanis, su voz es la voz de los santos, su voz es la voz de los iluminados que han pisado nuestra tierra. No hay rey que humillado no tire su corona ante su imagen, no hay dueño de la tierra que no le sirva a su señor. Su voz se transmite a través del árbol del que es cuatro veces señor, los tlaloque mayores le sirven con humilde cuidado, en todas direcciones se repite su santísimo nombre, su palabra es la palabra de los voceros de la serpiente preciosa.

Esta es mi voz, repitió el señor del trueno en el corazón de cada ser encarnado antes de que existiera el sonido, la luz y el tiempo: esto es en un principio, mi primer nombre, el primer rezo que entregaré a los habitantes de la tierra.

In Teotzin

(Es venerable esencia originaria de divinidad) y su expresión natural habla de esta forma:

Yo que fui, yo que estuve antes del yo soy. Yo estoy ahora y aquí estaré sin ser. Yo estoy con el que así mismo se crea, me llaman Teotl: fuerza y ley natural de toda energía originaria, esencia impersonal que sustenta la vida de todo ser visible e invisible,  me llaman Tonalli pues soy la fuerza particular, el ritmo y espacio de cada ser viviente, me llaman Nahualli pues soy la fuerza transformadora y oculta de la naturaleza, me llaman Ihiyotl pues soy el aliento de vida que recibe cada criatura al nacer, me llaman Teyolia, pues soy la conciencia suprema, soy la substancia resultante de la unión de las fuerzas celestes y las fuerzas telúricas en el corazón de los mortales aquí en la tierra, me dicen Coatl pues soy el origen natural de la inteligencia cósmica. Me nombran el sustentador de la vida, pero en verdad yo no puedo ser nombrado, no puedo ser invocado pues sólo soy la misteriosidad en esencia, yo estoy en todas partes y en ninguna porque invisible e impalpable es la presencia del que es mi amo, en la proximidad y alrededor de cada criatura esta la casa del que es mi dueño. Yo estoy en presente en la infinitud del cerro perforado, el corazón quieto y en la vasija del pecho vacio, yo estoy con el dador de la vida, en el lugar donde mana el agua preciosa, morada donde está el venerable cofre de turquesas, yo estoy con aquel que ha pintado con palabras floridas en este pergamino el principio de los cantos, el colmenar de la flor, la primer palabra del guajolote de jade, la razón de toda existencia aquí arriba, aquí en el inframundo, aquí en la superficie de la tierra, pues así ha sido su gusto y su parecer. Yo estoy en la sustancia y a la vez yo no estoy en la sustancia pues sólo soy proceso, no soy presencia. Me nombran Ollin Yoliztli (vida y movimiento), me nombran Ollincan (estado de conciencia del movimiento). Yo soy el tiempo y me disfrazo de lo estático. Yo soy principio natural en movimiento, en devenir constante, pues estoy en el transcurrir de la vida, en la transmutación de la muerte y en el misterio de la renovación. Soy el lienzo y la pintura, soy el Sueño del Hombre, soy el Sueño de la Tierra, soy el Sueño Florido: la primicia de todos los sueños. Yo estoy en el interior de la noche y en el interior del día, yo estoy en el orden y en la estructura temporal pero mi verdad es el caos y lo deforme, yo soy la verdad pero el que me nombra pronuncia falsedades, pues no estoy donde debería y mi lugar está en el aliento y en el aire. Yo soy la piedra roja, yo soy la piedra blanca, yo soy la piedra negra, yo soy la piedra azul, yo soy la piedra amarilla, yo soy relámpago que brota del pedernal y la herida del señor de la tierra, Yo no soy espíritu, pero soy el sustrato de toda entidad viviente. Yo estoy en lo sagrado pero mi esencia es impersonal e ilusoria como lo es el crepúsculo en la negrura. Yo soy la tela de la vida pero mi espejo es la multiplicidad de las formas y aquel que conoce esta razón se encuentra en la gracia de Tamoanchan. Resido en cada ixiptla (receptáculo sagrado), pues soy lo único sagrado en este mundo y mi sola presencia interior le otorga poder al dueño de mi casa. Esta palabra es inconclusa, esta palabra no ha sido hablada para ser entendida, sino aceptada, pues soy principio de misteriosidad, la melaza en flor del canto de los naguales y aquel que me nombra está nombrando realmente a Ometeotl.     

In Ometeotzintli

(Es muy venerada fuerza originaria de la dualidad)

Yo soy Ometeotl, principio creador, engendrador, hacedor y formador de la vida, la esencia original que mana de la comprensión de toda dualidad unificada, mi morada esta en todo lugar, pues yo soy el fuego de los tiempos, anciano y anciana que mora en el ombligo de la vida, me nombran con respeto Yillan Cailan (Par e impar), me nombran Tlilli Tlapalli (Oscuro y Colorido), Tonal in Nahual (lo evidente y lo oculto). Yo soy Moyocoyatzin, el Venerable que con su propio pensamiento se inventa a sí mismo, Yo me presento en profunda percepción, en acción natural y vibración serpentina ante todo aquel que con reverencia meditabunda me invoca de esta forma:

“Moyocoyatzin ayac oquiyoux ayac oquipic” (“Venerable que se inventa a sí mismo, nadie lo formó, él-ella por su voluntad se concibe... en ningún lugar puede ser la casa del sumo árbitro; en todo lugar es invocado, en todo lugar es venerado; se busca su renombre, su gloria en la tierra. Nadie puede ser, nadie puede ser amigo del que hace vivir a todo; solamente es invocado, sólo a su lado y junto a él puede haber vida en la tierra”.)

Yo soy la sabiduría suprema, me nombran Omecoatl (Dos Serpiente) pues soy el crisol del conocimiento sempiterno: Omeyotl (esencia de la dualidad), matrimonio sagrado entre la Serpiente Preciosa y la Serpiente nocturna (que son el conocimiento evolutivo y el conocimiento interno respectivamente.). Yo soy misterio que emana en ondulantes olas de jade celeste que se reflejan en lo más intimo de cada ser, generando así la niebla misteriosa de la vida. Yo soy  Yoloilhuicatl (Corazón del Cielo),  esencia y morada mítica de la jícara celeste, yo soy Yolotlal (Corazón de la Tierra), esencia y morada mítica de la tierra, Yo soy Yolocal (Casa del Corazón), esencia y morada mítica en el interior de cada ser viviente. Me nombran con reverencia  “El Señor de las Tres Dignidades”, pues yo soy Olloni (aquel de quien mana la existencia), Yo soy Ihuinahui (el dispensador de dicha), Yo soy Nepaniuh’ca (el sintetizador).

Yo soy Omemamatlatl Teotl (Divina dualidad escalonada); la piedra angular de turquesa que sustenta a los trece cielos, Yo soy Chicnauhehecatl Teotl (Divino Nueve Viento) la piedra angular de oxidiana que soporta los nueve orificios infernales. Yo soy Yohualli Ehecatzin (Venerable Viento de la Noche); aquel que está en todas partes y en ninguna, porque invisible e impalpable es mi acción y mi presencia. Yo soy Tloque Nahuaque, el que está cerca y alrededor de todas las cosas, de esta forma yo soy Senyocoyanemini (El creador del universo), Yo soy Sencanahuac ixco Teoyotl (El universo o Unidad circundante en presencia de la divinidad), pues yo mismo soy el universo en el interior y en el exterior perceptible e inconmensurable de cada entidad existente. Yo soy Ipalnemohuani, El dador de la vida, yo soy la primera causa de las cosas, yo soy el que a  todas las cosas les otorga su tonalli (su naturaleza particular, ritmo y espacio dentro de la creación), yo estoy en todo lugar como presencia y estado de gracia: estoy arriba, estoy en el inframundo, estoy aquí en la tierra, por esto los sabios me invocan con respeto con estas palabras: “Totecuio in ilhuicahua in tlalticpaque in mictlane” (Nuestro señor, dueño del cielo, dueño de la Tierra y de la región del inframundo). Yo soy el origen, yo soy Mamahualiztli (taladro de fuego, constelación náhuatl, que une a la espada y el cinturón de orión),  yo soy las puertas del misterio que están en la treceava constelación estelar: el Tianquiztli. Yo mismo soy  Ilhuicatl Omeyocan (cielo donde las dualidades se armonizan): lugar misterioso más allá de los nueve entrecruzamientos, casa de las plumas preciosas de quetzal, lugar del camino escarpado, Sol en la cima del monte, el treceavo techo celeste cúspide de lo que está arriba, pues soy la morada espiritual donde residen Teteo inan Omecihuatl (Señora de la dualidad madre de todas las fuerzas originarias) y Teteo itah Ometecutli (Señor de la dualidad padre de todas las fuerzas originarias), quienes son la esencia femenina y la esencia masculina del misterio de la dualidad en mí...

Continuará...

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