top of page
La guerra del silencio: El descenso de los cuatrocientos conejo (Fragmento).
 
 
 
 
 

 

 

 

Autor: Gerardo del Río Olivera (Seigunabi).

En proceso de creación.​

Primer capitulo

En los palacios del Señor del Trueno

El erudito en paro laboral, simuló remover la última ceniza de su cigarrillo electrónico sobre los restos de su líquido sintético aún con el sabor, aroma y tibieza al paladar de un delicioso café colombiano de altura, en el interior de aquella taza. Su derruido cuartucho ubicado en los laberintos suburbanos de la ciudad capital, del cual debía tres meses de rentas, era un desastre y esto para él era más que evidente, pues ya no podía cubrir la cuota para la nano-app Home Sweet Home clase B (cB), así que la realidad virtual de un hogar lujoso y acogedor finalmente se había esfumado. Su pantalón estaba sobre la mesa y él aún no se había ni quitado la corbata. Una recurrente ola de anuncios publicitarios se le aparecían ante sus ojos sin que pudiera pararlos, como cuando a un santo se le aparecen las más ineludibles visiones proféticas, pues ese era el precio que debían pagar los clase C (cC) por las aplicaciones gratuitas que descargaban a su nanochip integral, instalado en la cabeza. Ya había asistido físicamente o por medios holográficos a varias entrevistas de trabajo, y ni siquiera para la bazofia laboral de los cC, era considerado la persona idónea. Estaba sobre calificado, cabe decir, en conocimientos y habilidades que para el ciborg promedio de aquella sociedad del consumo de contenidos virtuales, eran simplemente inservibles. Y es que en esos días, ni siquiera en un expendio de alimentos clasificados para los cC, se atrevían a contratar a un sedicioso erudito en desarrollo de sistemas tres veces amonestado por la policía cibernética, tras revelar reiteradamente a la ciudadanía, información confidencial sobre una red de complicidades fiscales entre miembros destacados de la transnacional Aura Corporation y representantes diplomáticos de la Alianza global Extraordinaria de las Naciones Libres (AGENLI), por muy impresionante que hubiera sido su Estatus Informático (EI) en el pasado.

Hace apenas unos años atrás, había saltado a la fama en cuestión de días como un Influenciador Cientifista (IC) clase A (cA), llegando a ser un referente de opinión en las cuatro regiones del mundo libre, gracias a sus arriesgados contenidos de extraños pero convincentes planteamientos, catalogados por sus colegas eruditos, como un conjunto interesante de intentos meramente filosóficos, por tratar de llevar a la gente común, el debate sobre las implicaciones generadas a partir de los altos conocimientos de la ingeniería genética nanotecnológica, por desentrañar el eslabón perdido entre la mente del hombre y la inteligencia artificial, por develar la diferencia prácticamente imperceptible, entre la experiencia sensorial humana y la percepción predeterminada de una escalda de procesos cognitivos reproducidos artificialmente por nanoides implantados en el sujeto, comandados a través de un procesador multinúcleo dentro de un nanochip integral en el cerebro anfitrión, que determinaban la reinterpretación del mundo por medio de aplicaciones informáticas que hacían más sencilla y llevadera su relación con el mismo, pero que a la larga, dada la necesidad del Gobierno de Libre Asociación Ciudadana Universal (GLACU) e incluso de la propia ciudadanía, por ocultar el lamentable estado de las cosas y la miseria social generalizada, se fue creando una moratoria psicosocial amplificada y cuasi permanente, a través de un sistema de percepciones recreado por diversas nanoapps de realidad virtual intro-inmersiva, con el propósito de maquillar lo que no se quería ver del entorno verdadero, creando un espacio seguro apenas dentro de la propia mente del individuo y un enclave sintético reconfortante para la conciencia colectiva de todos los usuarios del programa vitae, hasta el punto de construir un Estado de Conciencia Artificial (ECA), un universo paralelo en expansión, creado a imagen y semejanza del hombre cibernético idealizado, replanteando entre otras ideas, la antigua discusión metafísica, sobre la conexión mística del hombre con un mundo espiritual, de la que hacían tanto hincapié los nuevos cultos emergentes, los mismos que insistían en unificar las creencias religiosas ante-apocalípticas y el sustrato ideológico reconocido y abalado por los eruditos del Eminente del Nuevo Orden Cientifista (ENOC), como si fuera cosa coherente mezclar el fruto que condenó al arcaico Adán con el que envenenó al ilustrado Turing, o desentramar con un simple pasaje bíblico, la naturaleza de la unión silenciosa y precisa, entre la rama luminosa de la biotecnología molecular y el árbol del genoma humano o intentar justificar a través de la fe, el fenómeno de aquella transgresora pero necesaria transición que transformó para siempre al ser humano cuando este mismo se creía al borde de su propia extinción, que lo elevó a la altura de un meta-hombre, de un semidiós, que lo hizo transcender desde su condición misma de homo sapiens a homo ciborgs por la simple implementación de un tan minúsculo como complejo nanochip en la glándula maestra, capaz de transmitir, concatenar y replicar innumerables cadenas de maquinaria atómica en su ADN, para  hacer que el individuo promedio pudiera extender sus propios límites conocidos a terrenos hasta ese tiempo insospechados de la naturaleza, dando un paso gigantesco de miles de años luz de evolución en menos de veinte años.  Sobre la mesa de polietileno se encontraba materia digestiva que hacía apenas unos segundos nuestro triste amigo podía percibir como un dona de chocolate dura y rancia, pero que ahora gracias a no poder pagar la cuota para la nanoapp Delifood cB, sólo le quedaba verla y saborearla tal cual era en realidad: una pieza sintética similar a una croqueta gelatinosa incolora e insípida de nutrientes necesarios para la ingesta humana al borde de la descomposición. Tumbado sobre aquella mesa, veía con melancolía aquel holograma de un viejo retrato familiar almacenado en su archivero electrónico, mientras se preguntaba si acaso sería posible que su hija lo extrañara o que siquiera por lo menos se acordara de algún momento  vivido con su verdadero padre, mientras que del lado derecho de su espectro visual se le aparecían diversos anuncios publicitarios personalizados por algoritmos de alta gama mercadológica, que lo invitaban a hacer un viaje a Nuevo Mojave en la Colonia Asiática Lunar, para empezar una renovadora, divertida y excitante vida de soltero en la capital lunar del entretenimiento, “Lo que pasa en la luna se queda en la luna” remataba el anuncio, u otro que le aconsejaba a través de emotivas escenas familiares, narradas por una voz en off reproducida por el algoritmo, que la hacía sonar idéntica a la voz de su difunta abuela, a comprar a crédito un auto-cápsula de cuatro pasajeros como una buena alternativa para conmover e impresionar a su exesposa y así recuperar a su familia. Con las últimos freecoins que le quedaban en las divisas electrónicas de su nanochip, tuvo que elegir entre comprar un par croquetas compatibles con las nanoapps de alimentos de descarga gratuita cC, para desayunar unos huevos con tocino virtuales, o una soga de fibra de maguey producida artesanalmente por una feliz comunidad menonita autosustentable, perteneciente a una de las primeras colonias que se asentaron en Marte.

Eligió una gruesa y firme soga blanca de ixtle. Es así como, con triste determinación, Luján revisaba con la vista, la viga perfecta dónde amarrarla para ahorcarse y así terminar con su patética existencia. Al menos se consolaba con el recuerdo de las historias que su abuelo le narraba, cuentos que solían relatar los mayores del pueblito del que era oriundo y en el que pasó su infancia. Historias muy viejas, de otras épocas, sobre una cultura antigua negada a su propio pueblo y al mundo, y un sistema de creencias ancestral, casi olvidado por propios y extraños, pero que sin pies ni cabeza, de alguna forma había sobrevivido al tiempo y al rechazo de los sabios que habían escrito y almacenado en archivos digitales, los anales de la historia universal, y cuyos relatos y máximas filosóficas cobraron mayor fuerza por medio de la tradición oral, entre el pueblo llano, después del vacío cultural y ético que les dejó a los ciudadanos libres de la Tierra, el abismo ideológico de la posguerra, en el llamado periodo apocalíptico o neo-medieval, surgido de los estragos materiales e inmateriales dejados por la Gran Guerra de las Guerras (GGG). Un cuento nativo, sobre un cielo que no era el que describían las religiones ante-apocalípticas occidentales; las del llamado cristianismo posclásico del siglo XXI, no. Era la historia asombrosa  de un paraíso idílico enclavado en el primero de trece cielos, destinado a las almas de los que morían ahogados, de los que morían por enfermedades asociadas simbólicamente con el agua y de toda alma de aquel que por tristeza o redimir algo de honor a su linaje, se suicidaba. Un lugar sagrado de la mitología mexicana, que tenía por nombre: Ilhucatl Tlalocan Meztitlan, en donde sus habitantes vivían en perfecta beatitud, colaborando con los seres lunares, los señores del sueño humano y los espíritus de las aguas, para hacer posible el fenómeno pluvial en la Tierra. Aunque parezca absurdo, dado que, como era común en cualquier profesante ortodoxo del ENOC: la doctrina científico-religiosa oficial del llamado mundo libre en aquellos tiempos, él siempre se declaró abiertamente ateo, en ese preciso instante, quizá por la justa debilidad humana de lo que impresiona a cualquier ser vivo, el primitivo miedo a dejar de existir, aquel relato era su único desahogo y buen bálsamo como aspirante al suicidio. El Tlalocan seria en este caso, ante tales circunstancias, un sitio, sin lugar a duda, mucho más reconfortante  en que pensar que el abismo de la nada de la corriente ateísta del cientifismo, o que el séptimo círculo infernal de Alighieri de una religión ante-apocalíptica, de la cual ya casi nadie estaba interesado en acordarse. Cuando por fin encontró dónde atar la cuerda, Luján se subió a la única silla que le quedaba del último embargo, dio un suspiro y a punto de dar un paso adelante,  frente a él se apareció la imagen de su operadora virtual, quien enterada del todo por la decisión que el usuario numero 22151322 estaba tomando, lo enlazó de forma inmediata con una trabajadora social del Gobierno de Libre Asociación Ciudadana Universal (GLACU).

-No lo hagas por favor, aún tienes mucho por qué vivir.

-He pedido explícitamente al GLACU, que no entre de esta forma en mi cabeza, he pagado grandes cantidades de freecoins durante años para eso…

-Lo siento. Tu cuota ha expirado, las restricciones gubernamentales personalizadas actualmente no tienen validez en tu persona. Esto no significa que podamos detenerte, tú eres dueño de tus decisiones, sin embargo, dado que  estas inscrito como  Ciudadano de Libre Asociación Democrática (CLAD), las instituciones universales comandadas por la AGENLI a través del GLACU, tienen la capacidad de influir y afectar directamente en tu persona. Es nuestro deber cívico y moral hacerte entrar en razón para que recobres el sentido de tu vida. No todo está perdido.

- Claro, lo entiendo, sé cómo funciona esto, yo trabajé mucho tiempo instalando paquetes básicos integrales de sistemas promedio,  en los programas aplicación de incontables nanochips. Una vida para ustedes es valiosa, no por el individuo en realidad, sino por lo que vale el nanochip que le implantan en la cabeza. Un deceso como este le cuesta al GLACU, millones de freecoins, ya que cuando alguien muere, el nanochip, que a partir de las primeras semanas de instalado ya ha hecho innumerables concatenaciones neuronales en el organismo anfitrión, queda inservible para ser reutilizado y no es posible reciclar uno sólo de sus elementos. Sólo basta con que mi cuerpo se enfríe a temperatura ambiente y mi cerebro deje de mandar impulsos eléctricos, para que la minúscula maquinaria alojada en mi organismo, mande error a la Fuente Central de Procesamiento (FCP) y ustedes me declaren clínicamente muerto, junto con toda la inversión que han hecho en mí. ¿Así es cómo funciona no?..

Continuará...

Alcobas de sepulcro
Gerardo del Río Olivera
El lejano mundo de los huecos
Gerardo del Río Olivera
El libro oculto de los naguales
Ilhuilcamina Iztacuauhtzin (Seigunabi)
Mitología de los inocentes
Ilhuilcamina Iztacuauhtzin (Seigunabi)
Palabras de piedra
Ilhuilcamina Iztacuauhtzin (Seigunabi)
En busca de la América Sagrada: la profecía del águila y el condor
Ilhuilcamina Iztacuauhtzin (Seigunabi)
El génesis de los antiguos mexicanos
Ilhuilcamina Iztacuauhtzin (Seigunabi)
El cazador y el reflejo del lago
Ilhuilcamina Iztacuauhtzin (Seigunabi)
Los peatones solitarios
Gerardo del Río Olivera
Auroras transitorias
Gerardo del Río Olivera
El ascenso del noveno señor de la noche.
Gerardo del Río Olivera (Seigunabi).
Mis ciudades viejas y solitas
Gerardo del Río Olivera.
bottom of page