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Sobre ventanas y otras simulaciones (Artículo).
 
 
 
 
 

 

 

 

 

Autor: Gerardo del Río Olivera 

Para Revista Cultural Aire.​ Año 2014

No existe un indicio exacto que determine el primer antecedente histórico de una ventana. Las primeras ventanas no eran más que huecos en los muros o frentes de las casas, apenas tapadas con trozos de madera, cuyo objetivo fue dejar entrar la luz y el aire exterior sin tener que salir de aquellas rusticas viviendas.

Más allá de su función práctica; la creación de las ventanas ha sido para el hombre un invento de gran importancia que en definitiva cambió su forma de ver al mundo.

¿Suena exagerado? Me explico:

Gracias a las ventanas el hombre podía no sólo recibir luz y aire del exterior, sino que además conseguía enterarse de lo que pasaba afuera sin tener que salir del estado de confort y seguridad que le proporcionaba su morada. De pronto aquel mundo terrible, avasallador y amenazante al estar “tan cerca pero tan lejos” perdió fuerza en la psiquis del hombre. Siglos y siglos más tarde, por el año 60 DC, con la introducción del cristal en las ventanas por parte de los romanos, la precepción sobre el control del espacio externo se acentuó.

Demos un gran salto histórico; situémonos a finales del siglo XX. En los ochentas nace el sistema operativo Microsoft Windows. Bill Gates, acaso la “reencarnación” de aquel cavernícola visionario inventor de la ventana, sabe lo que esto significa. Nuestra percepción del mundo sufrió entonces una nueva mutación.

Ihab Hassan, escritor y teórico literario estableció en esa década el final del humanismo. Surge en aquel momento lo que denominó Robert Pepperell como condición “post-humana”. Los postulados renacentistas del hombre como el centro del universo se han extendido, se están redefiniendo. Situados en la época de la revolución tecnológica solemos decir que el tiempo corre demasiado rápido para poder entenderlo. Los avances tecnológicos parecen rebasar los límites biológicos de la condición humana:

En una era como la nuestra en la que la clonación, fertilización en Vitro, ingeniería genética, úteros artificiales y mutantes, cyborg y un mundo conectado en una red global a través de Internet se está trasformando la identidad humana y su relación con “la ventana” a un universo de información externa sin límites aparentes.

De este proceso de redefinición co-existencial surge la era de la simulación. Nuestra relación  estrecha con la pantalla de un ordenador o móvil, hace que dicho invento se vuelva un elemento íntimo de la nueva condición humana. El mundo virtual al que estamos conectados por medio de internet y en el que acaso cada individuo, y no el género humano en su conjunto, puede ser el eje central del universo virtual que ha construido para sí, le otorga una omnipotencia simulada y una especie de coraza protectora a través de una realidad artificial.

Una bomba estalla en Irak y nosotros estamos virtualmente presentes sin tener que sufrir su fatal impacto. Lo mismo cabe decir sobre los estragos del hambre, de la pobreza o esclavismo contemporáneo. Cae una dictadura e ilusamente pensamos que nuestro estado en twiter algo tuvo que ver con eso. Creemos entonces ser capaces de hacer un cambio en el mundo con un simple clic pero en realidad puede que nunca el ser humano haya estado más alejado de su entorno como lo está hoy en día. La definición de nuestra identidad en el siglo XXI está determinada con la cantidad de información que logremos poseer y lo que desde nuestros cálidos hogares logremos hacer con ella. Los mejores instantes de la vida gracias a la cámara digital y el teléfono móvil se encuentran obsesivamente captados en una interminable y tediosa lista de fotos o videos pues nuestra memoria humana no es más que penumbras ante la posibilidad de poder revivirlo una y otra vez cuando así lo deseos, si es que acaso nos gana la nostalgia o recordemos lo frágil que es nuestra corta vida y lo limitado que es vivir en este “ahora” terrible y avasallador.

Pero eso no es todo, pues si antes las estrellas de cine, rocks stars y líderes de opinión eran nuestras totémicas figuras de culto ó prototipos de identidad, hoy gracias a las redes sociales podemos estar virtualmente “a su altura” con la solides informática que logremos acumular o el suficiente ingenio para vituperarlas en el anonimato de nuestro avatar o las múltiples figuras  “omnipotentes” que hemos construido.  Sin embargo estás variadas identidades quizá han creado nuevos vicios psicológicos en el ser humano, respecto a su relación con el entorno y de la personalidad del sujeto.

En este estado “post-antropocéntrico” en donde el “nirvana electrónico” nos ha convertido en dioses de un Olimpo simulado, nos hemos autonombrado “estrellas” de un “gran performance” cómo definiría Eduardo Subirats, filósofo y ensayista.  La escena virtual está ligada al espectáculo o más bien a la decadencia de una visión objetiva de la realidad como si fuese un reality Show en donde sus protagonistas son al mismo tiempo el “gran hermano”. El vouyerismo y la construcción de identidades ficticias como herramientas principales para la interacción de una sociedad que existe y no existe al mismo tiempo.

Tan lejos y tan cerca del otro, el amor se ha vuelto más lejano, quizá un extenso menú de webs porno con innumerables fetiches para satisfacer a cualquier solitario e incógnito cibernauta o la posibilidad de demostrar nuestros afectos subiendo fotografías con amigos o nuestra pareja a la red, postear una frase cariñosa a alguien “especial” o la más significativa muestra de amor: cambiar el estado sentimental de “soltero(a)” a en “una relación” en Facebook.

Vivimos en los límites de esta “ausencia presencial”, en donde el amor, el sexo y las relaciones virtuales parecen ser elementos disolutos en la química social del compromiso; la intimidad entonces se ha vuelto “tabú” algo muy “mainstream”, “fuera de onda” y anticuado. Al respecto Baudrillar refiere en su ensayo; “éxtasis de la comunicación”:

 

“Podríamos asumir que esta comparación es necesaria (entre el sexo y la interacción virtual) en la era de la tecnología donde nada es real. Las relaciones sexuales parecen ser el nexo de conexión más real con lo físico: tocar otra piel, oler otra boca o sentir otros fluidos.”

 

Al final de la era, después del túnel oscuro que nos llevó hacia la luz del saber cibernético; apenas saliendo nos encontramos en esta gigantesca habitación blanca, llena de ventanas; ¿Cuál de todas ellas nos asomará de nuevo a la realidad?

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