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Café endulzado con amor líquido (Artículo).
 
 
 
 
 

 

 

 

 

Autor: Gerardo del Río Olivera 

Para Revista Cultural Aire.​ Año 2014

Hace tiempo que no tomó café por la mañana en compañía de alguien, y bueno, hace tiempo que no despierto acompañada. No me malentiendas, soy sexualmente activa, tanto como se me antoja, lo que pasa es que por una razón u otra, siempre que acabo compartiendo mi cama con alguien algo sale mal.

Una vez vi en una revista online que según “un estudio de psicología”  de una “prestigiosa universidad” la cantidad de tazas de café que te tomas al día es equivalente a la cantidad de sexo que te gusta tener. Siguiendo referida lógica (una lógica simplista, lo sé, pero bueno así son los estudios “científicos” últimamente): si no te gusta el café obviamente eres frígida, si te gusta muy cargado es que para ti el sexo debe ser intenso y pasional, si prefieres café de importación es porque te gusta ligarte a extranjeros o quizá estás en busca de excentricidades eróticas, café de granos selectos significa que optas por calidad más que por cantidad y que si lo tomas con poca azúcar quiere decir que prefieres que desde el principio los chicos sean directos y te hablen con la verdad aunque está sea amarga y no te haga muy feliz. ¡Parece una bobería, pero de alguna forma que no me puedo explicar todo encaja a la perfección conmigo!

Tomo café en la sala de mi casa mientras releo un libro que me prestaron hace dos semanas:

Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, de Zygmunt Bauman, sociólogo polaco que hace un hábil análisis sobre los cambios radicales que ha traído el fenómeno de la globalización en la condición humana. En realidad este es el último libro de una trilogía. Los anteriores, modernidad liquida y sociedad sitiada, hablan de cómo la esfera comercial del libre mercado lo abarca todo, definiendo a la sociedad a partir de una extraña permanencia de lo efímero. En Amor líquido, Bauman se enfoca en las relaciones humanas, el miedo a establecer relaciones duraderas, más allá de las meras “conexiones” y está dedicado a recordarnos los riesgos y angustias de vivir juntos y separados en nuestro mundo líquido.

Hoy por hoy endulzo mi café con Stevia. Dicen que es más sano porque es natural, que viene de una planta sudamericana cultivada por comunidades indígenas y todo eso. Supongo que al final como la mayoría de las cosas que consumo, lo hago porque está de moda. La moda es una forma bárbara de presión social.  El azúcar común y corriente se ha satanizado de tal manera que prácticamente los naturistas la consideran un veneno. Yo dejé consumirla por precaución; al final no está demás prevenir. Jamás imaginé que existiera un endulzante  líquido natural que además no engordara (¡Qué horror sueno a comercial de televisión!).

Por eso me vino a la mente Bauman y su mentada filosofía del mundo líquido:

Los líquidos a diferencia de los sólidos no conservan una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos a cambiarla; para ellos lo que cuenta más es el flujo del tiempo que el espacio que puedan ocupar. La fluidez o la liquidez son metáforas adecuadas para tratar de entender la fase actual de la historia de la modernidad. El problema de la realidad líquida es que es muy difícil saber cómo actuará y se desarrollará ante nuevas situaciones de crisis, dilemas de confianza etcétera. Por ello según Bauman nos sentirnos cada vez más impotentes, incapaces de poder controlar la situación, pues en cuanto más libertad se gana, al mismo tiempo se pierde la seguridad de una vida sin altibajos, de una vida sólida.

Las relaciones interpersonales sean amistades o parejas sentimentales, se han vuelto en estos últimos tiempos lo que define el sociólogo como “conexiones”, “relaciones virtuales” a las que en cualquier momento cuando algo no te agrada de ellas puedes simplemente darles “delete” y no pasa a mayores. Eso da de qué pensar... la razón lo asiste; una vez, por ejemplo, entre solicitudes de amistad que recibí y envié, al término del día logré hacerme de poco más de doscientos nuevos “amigos” ¡Lo juro! Nunca había tenido tantos amigos  hasta que me abrí una cuenta en Face y curiosamente nunca me había sentido más apartada de la gente como en estos últimos años. Mis amigas se están casando, se están divorciando, están teniendo hijos y otras más al igual que yo, se están cagando de la risa de esos “anticuados” convencionalismos. Somos una generación de solitarios, de importantes sin importancia caminando por las calles como si fueran pasarelas. Una generación que cree que ha encontrado la fuente de la eterna juventud a través de cirugías plásticas, botóx, relaciones polígamas y medicina molecular. La vida está pasando con tal velocidad que hasta da vértigo mirar por el retrovisor de la memoria cercana.

Soy muy selectiva en mis relaciones; no tengo miedo a quedarme sola, simplemente quiero encontrar a la persona correcta. Desde mi  última relación quedé algo lastimada, fue un desastre; ¡estábamos a punto de casarnos! ¡En fin! Ahora me enfoco en mi trabajo, en mis estudios (pienso continuar con el doctorado), pese a que mi madre y mis tías no tengan piedad de mí y se la pasen jodiendo con eso de que me estoy haciendo una solterona empedernida. No las culpo, ven las cosas diferente, como dice Bauman, son la última generación que vivió en esa sociedad sólida, fruto de la era industrial en donde se creía que las cosas tenían que hacerse para que duraran toda la vida, en donde el Estado era sin duda la base del orden social, y la política estaba por encima del mercado. Hoy, sí hasta la economía política internacional se ha informalizado por causa de la globalización, ¡cuanto más las relaciones de pareja!

La razón precede al polaco; el veredicto final es que soy la típica chica promedio del momento, desesperada por sentirme fácilmente descartable y abandonada a mis propios recursos, siempre ávida de la seguridad de la unión y de una mano servicial con que pueda contar en los malos ratos, en pocas palabras, desesperada por “relacionarme”. Sin embargo, desconfiando todo el tiempo de “estar relacionada”. Es cierto, me aterran las palabras “para siempre” “eternamente” y “hasta que la muerte nos separe”, ¡no quiero que mi pareja termine siendo una carga insoportable o se empeñe en cuartar mi libertad que tanto necesito, a la que tanto estoy acostumbrada, pero sobre todo, ¡no quiero convertirme en mi madre! (¡Qué horror, mi querida madre se ha convertido en mi antihéroe favorito!).

En fin creo que en lo que me he terminado está taza de café he logrado entender la tesis de Bauman en mi vida. Por otra parte no estoy tan mal, digo, soy de esas chicas que gustan del café de granos selectos. Calidad por sobre cantidad digo yo, y para endulzarlo Stevia, pues aunque estoy totalmente de acuerdo con este buen libro, aún no sé cómo podrían funcionar las cosas de otra forma. Tan poco es que el sociólogo polaco haya resuelto algo. Él mismo lo dice; eso le tocará a las futuras generaciones. ¡En fin! Se le agradece el ponernos a todos en evidencia. Yo, bueno, por mi parte, seguiré con el vértigo de vivir  en el torbellino de esta libertad sin fronteras. ¿Qué puedo decir?, soy una chica peligrosa, tú sabes, de esas que gustan de la velocidad, del buen café con endulzante dietético, soy sólo otra chica líquida...    

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